domingo, 28 de junio de 2015

Inmortalidad

Me niego a quedar satisfecha con 80 años, de los cuales 20 se compongan de mala salud e inactividad. Me niego a llevar una vida 'obsoleta'. Necesito saber que el día que me vaya mi vida importó. Que no desperdicié mi oportunidad. Deseo dejar una marca.
'Las ideas no se matan'.
Mozart, Dostoievsky, Belgrano y Maria Curie, entre otros, rompieron la barrera que impone la biología. No espero llegar ni a los talones de su grandeza, pero sé que mi última exhalación no será en paz, a menos que garantice que luego será parte de la inspiración de otro.
No busco gloria, ni mucho menos. Pero siento que desperdicio mucho si de alguna manera no cambio aunque sea una pizca de la sociedad contemporánea.
Luego pienso que muchos tienen hijos para eso, para perpetuar su ADN y su apellido. Pero siento que no alcanza. Que este mundo se pobló con ese pensamiento. Que el proletariado se fundó prácticamente en eso, en sacar riqueza de los hijos, palabras más, palabras menos.
Descarto generar una descendencia.
Y las ideas perduran. Sea que se modifiquen, siempre perdurará su espíritu. Y mejorará. Evolucionará. Eso deseo. Generar un ideal, un pensamiento que mejore aunque sea una ínfima parte del mundo actual.
Tal vez si todos compartieran el mismo egoísmo de ser inmortales y perdurar en el buen recuerdo de la humanidad, el futuro será mejor.

Un nuevo mundo en el cruce del viejo mundo

Tal vez los colonizadores llamaban nuevo mundo a esa tierra desconocida, pero la realidad es que a  veces uno tiene tanto miedo a lo desconocido que procura modificarlo para que se parezca lo conocido. Y ese nuevo mundo, llamado posteriormente América, llego a ser una copia del anterior, tan solo una réplica, sin todo lo maravilloso de lo nuevo.
Y así yo creí estar en una nueva etapa, una de auto descubrimiento, en la que realmente llegaba a conocerme, pero terminé encontrando la triste realidad que ese nuevo mundo no era más que un paisaje artificial, el cual tapa todo lo que quería evitar.
Huí de mi vieja vida, creyendo que era posible, pero pronto llegué a la realidad de que es imposible dejar todo atrás y empezar de cero, algún cimiento queda.
Toda esta analogía, para dar a entender que mi pasado no me deja, que siempre vuelve, que me marca, que me formó, y que no puedo olvidarlo para cambiar, en cierto punto lo tengo que moldear. Y así cruzo este mundo, que ya no llamaré ni nuevo ni viejo, está todo en el mismo globo, en el mismo universo.

martes, 9 de junio de 2015

Desconcertada

Disconforme y desconcertada. Así me siento. Y es mi culpa. Siempre olvidando mis derechos y mi libertad, tapados por los deseos de un tercero. Y hoy siento que es mi derecho dejar de ser un número. Detesto y repudio ser un número. Que para el otro nunca sea algo más. Pero luego recuerdo que quien me importó, nunca le importe, y a quien le importé, no le correspondí.
Por eso, disconforme con la vida. O tal vez mi vida. Por no reconocer cuándo debería sentir, porque del otro lado sucede lo mismo, y cuándo debería seguir adelante. Pero ahí comienza otra vez el dilema. Quién es el que tiene derecho a sentir, y quién es el que tiene derecho a determinar que importe.
Traba lenguas. Pero cierto. Hay alguien que se deja llevar, y otro que siente. Pero en esa pulseada en la que uno se deja dominar, siempre fui la que salió perdiendo. Falta de determinación supongo.
Me rehuso a seguir siendo dominada por los sentimientos de un tercero. Quiero determinar yo que es hora de sentir. Y por fin ser algo más.

martes, 2 de junio de 2015

Primer día

¿Hacia dónde iré? No sé, algún destino. No sé si mi viaje será físico o "espiritual". Sé que me estoy encaminando hacia algún lado. Que estoy encontrándome.
No sé si la figura que se está dibujando en el espejo es la que más me agrada, pero por lo menos es reconocible. Ya no siento que mi reflejo sea un espectro que no me representa. Ya no disocio esa imagen con la realidad.
Tal vez fuera de contexto se siente como la búsqueda de cualquier persona en cualquier momento de su edad adulta, por que lo es. No disiente mucho de cada instante de la edad adulta. Siempre nos encontramos cambiando, mutando, y es necesario reconfigurar la representación antigua que tenemos de nosotros mismos.
Tantos cambios sufrí que sentí que un imán había pasado y que había desorientado mi norte. Pero de a poco la calibración se acomoda. Lo siento cada minuto. Siento las estrellas acomodarse en ese cielo inmenso y ubicar su posición para seguir, en ese recorrido que nunca termina, hasta que alguien dice basta.
Cada segundo que pasa estoy más cerca, de llegar a un destino a miles de años luz, pero como maratonista, no pienso en qué momento se termina la carrera, porque cada paso que realizo me acerca a lo que quiero, y no importa la distancia, tan solo disfruto el recorrido.